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Alejandro A. Tagliavini

Thatcher y la contradicción conservadora


2013-04-09 - 15:48:19

Con el fallecimiento de “la dama de hierro” se va un hito del conservadurismo, inglés y mundial, cuyo apodo hace referencia a la característica conservadora, la “mano dura”, que aminora el paso del progreso convirtiendo en realidad aquello de que el ser humano y la sociedad no evoluciona por “revoluciones” -por cambios radicales- sino por lenta maduración, como bien señalara otro conservador, Edmund Burke, al criticar severamente a la Revolución Francesa.

Margaret Thatcher, que gobernó Reino Unido entre 1979 y 1990, falleció a los 87 años de un derrame cerebral. "Es una gran tristeza. Sus hijos anunciaron que murió en paz. Con gran tristeza Mark y Carol Thatcher anunciaron que su madre, la baronesa Thatcher, ha muerto en paz tras una apoplejía esta mañana", señaló con certeza su vocero Timothy Bell en un comunicado.  "Hemos perdido a una gran líder", dijo con razón su correligionario y actual primer ministro David Cameron.

La llamada "dama de hierro", la única mujer que llegó al puesto de primera ministra en el Reino Unido y se enfrentó a Argentina en la guerra de las Malvinas en 1982, estuvo en el poder entre 1979 y 1990. No es que no tuviera razón al defender a los inocentes ciudadanos de una invasión militar que no habían solicitado ni querían, y defender su libertad de decidir bajo que vadera quieren vivir, si es que desean hacerlo bajo alguna. El problema es la violencia.  

Nacida el 13 de octubre de 1925 en Grantham (norte de Inglaterra), la política "tory" -como se conoce a los conservadores históricamente- procedía de una familia de modestos recursos y fue nombrada Baronesa por la reina Isabel en reconocimiento por los servicios prestados. Thatcher ganó los comicios de 1979 cuando en que el Partido Laborista, de centro izquierda, estaba debilitado y el país parecía paralizado por las huelgas y la crisis económica.

Su llegada al poder supuso una transformación del Reino Unido al apoyar la privatización de industrias y el transporte público estatal, privatizaciones que fueron modelo para otros países, como Chile, y sus ejecutores se convirtieron en asesores de otros gobiernos como el caso de Sir Alan Walters, quizás el principal asesor económico de la Baronesa; además de la reforma de los sindicatos, a los que prácticamente despojó de poder, la reducción de los impuestos y del gasto público y la flexibilidad laboral.

Ahora todas estas reformas, en general –más allá de algunos errores notorios- fueron sumamente beneficiosos y la prueba está en que la decadente Gran Bretaña volvió a ser uno de los países más ricos de Europa. Pero, a pesar de todo, no hubo ningún cambio radical, más bien fue una maduración con sus más y sus menos. Sucede que la característica de todas estas medidas es que alivian el peso del Estado coactivo sobre el mercado, es decir, mitigan la violencia estatal sobre la sociedad.

Efectivamente, dice la metafísica –el estudio esencial de la naturaleza- que la violencia siempre destruye, al que la ejerce y al que la soporta. Y si bien los conservadores aliviaron la coacción estatal sobre el mercado con esas desregulaciones, por otro lado, su “mano dura” provocó un aumento, entre otras cosas, del gasto militar y las contiendas como el conflicto por las Malvinas. Así, menos violencia por un lado pero algo más por el otro, casi se compensan haciendo que el progreso no sea radical.  

* Miembro del Consejo Asesor del Center o­n Global Prosperity, de Oakland, California

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