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Marcelo Ostria Trigo

El viraje de Chile


2012-12-12 - 22:22:17

Un despacho de la agencia de noticias EFE, reproducido el 10.12.12 por El Diario de La Paz, informa que el canciller chileno Alfredo Moreno Charme declaró que “Chile está dispuesto a negociar con Bolivia una solución para que este país obtenga una salida soberana al mar, aunque advirtió de que el tratado que ambos países firmaron en 1904 no es revisable”.

Esta apertura chilena para negociar una solución de la mediterraneidad de Bolivia con una salida soberana al Pacífico es, por lo menos, inesperada. Desde el inicio de la gestión del presidente Sebastián Piñera, los personeros del gobierno chileno sostuvieron que su país siempre estuvo dispuesto a negociar con Bolivia una solución de su mediterraneidad, pero sin transferencia de  soberanía de una porción de su actual territorio. Es más: Se repitió hasta la saciedad el argumento de que, entre Bolivia y Chile, no hay asuntos territoriales pendientes: todo está resuelto –se decía– por el Tratado de 1904. Esto fue  categórico. El propio presidente Piñera, siendo candidato, en una declaración pública sobre la política exterior de su futuro gobierno, reafirmó que a Bolivia se le pueden conceder todas las facilidades, menos soberanía.

La reciente declaración del canciller Moreno representa un viraje en la política seguida por el actual gobierno de Chile. Parece, en efecto, que se podría volver al ambiente que predominó en los dos países en 1950, cuando el canciller chileno de entonces, Horacio Walker Larraín, en respuesta a una nota de Bolivia, decía que el gobierno de Chile “…animado de un espíritu de fraternal amistad hacia Bolivia, está llano a entrar formalmente en una negociación directa destinada a buscar la fórmula que pueda hacer posible dar a Bolivia una salida propia soberana al Océano Pacífico”.
Esta declaración del señor Moreno, podría ser interpretada como el propósito de reeditar el ánimo positivo que predominó en las negociaciones iniciadas en Charaña en 1975, ocasión  en la que se estuvo más cerca que nunca a un acuerdo histórico.

Por supuesto que aún no está claro –quizá nunca lo esté- el motivo para este cambio en la política chilena. Seguramente se especulará mucho. Ya se dice –sin respaldo serio– que esta apertura chilena se orienta a evitar la anunciada demanda de Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, precisamente cuando ya se ha entrado, en esa misma Corte, en la fase final del diferendo peruano–chileno sobre los límites marítimos entre los dos países.
Tampoco se ha revelado el fondo de una probable demanda de Bolivia a Chile ante la Corte de La Haya, pese al anuncio de que “está casi lista”.

Al parecer sólo hay dos opciones para una demanda boliviana. La primera: La  nulidad del Tratado de 1904, muy difícil de conseguir, dado el estado de avance del derecho internacional que no reconoce la guerra como un vicio del consentimiento de las partes en la concertación de estos tratados. Es que una posición contraria  pondría en duda la validez de muchos instrumentos que han definido los límites nacionales en el mundo. Y no es de esperar que alguien se atreva, por ahora, a abrir una Caja de Pandora de la que broten los multiplicados demonios de los reclamos territoriales que desatan peligrosas tensiones y exacerban  las pasiones.

La segunda opción sería demandar a Chile por incumplimiento de lo pactado en 1904. En este caso, sólo resultaría si se probara que sus estipulaciones no fueron respetadas, y que la Corte debería fallar en sentido de que Chile está obligado a cumplir lo acordado. Per esto no tendría efecto sobre la validez del tratado.

Por supuesto que para nadie es cómodo un  pleito. Se empeña tiempo, esfuerzos y dinero. Pero tampoco es probable que, por esta posibilidad, el gobierno de  Chile, haya cambiado su anterior política con Bolivia de no cederle soberanía en una eventual salida.

En esto, también queda claro que ambos países –no solo Bolivia–  no han tenido, desde la guerra de 1879, continuidad en las políticas seguidas en este tema. Persiste aún el recuerdo reciente de las muchas  declaraciones del propio canciller Moreno en sentido de que Chile nunca varió su posición, ni aceptó la cesión de un territorio a Bolivia. Esto no corresponde a la verdad histórica.

Otra insistencia chilena es que todo está zanjado por el tratado de 1904 que es definitivo. Esta muletilla no fue aplicable en las dos negociaciones más serias entre Bolivia y Chile sobre este tema: la de 1950 y la de 1975, puesto que en ambas quedó claro que no se alteraría dicho tratado, pues los hipotéticos nuevos límites entre los dos países se definirían en un territorio distinto al que se refiere el  acuerdo de 1904.

El problema de la mediterraneidad de Bolivia tiene solución. Se trata de  encontrar la fórmula que consulte los intereses de ambos países. Rescatar el espíritu de Charaña,  evitar posibles errores que pudieron haberse cometido y rechazar prejuicios, puede ser el camino.
Ahora, es pro bable que La Moneda haya tenido en cuenta para esta nueva posición un notable mensaje del diplomático chileno Oscar Pinochet de la Barra: “No nos echemos tierra a los ojos, no  incurramos en la simpleza, la ilusión de creer que Bolivia a la larga se olvidará del litoral perdido. El país del altiplano continuará clamando por el  mar. No es capricho suyo, es una cuestión de identidad, de patria,  inolvidable, insoslayable, inmodificable”.

Esto parece estar implícito en lo que dijo Moreno: “Este es un tema que está en manos de Bolivia. A nosotros nos corresponde señalar a un pueblo vecino que podemos recorrer juntos otro camino”. Claro que hay una salvedad: el tema está  en las manos de ambas naciones.

Pero, como ya es frecuente, a último momento se introdujo un nuevo elemento: La ministra de Comunicación de Bolivia –no el Canciller, como corresponde– sorpresivamente ha anunciado que “La posición del Gobierno (de Bolivia) es que se tiene que modificar el Tratado de 1904; es la posición (sic) para cualquier diálogo con Chile”.

Pero, ¿qué modificación del tratado de 1904 se plantea para retornar al mar? Implícitamente, esta nueva condición apunta a una solución por el territorio que perteneció a Bolivia hasta 1879. Pero, ¿esto es posible? ¿Chile se avendría a que su actual territorio sea dividido por una franja como la del corredor de Danzig?  

No es probable que esta nueva condición para reeditar el diálogo con un Chile, que se muestra llano a negociar un acceso soberano en favor de Bolivia, sea producto de la ingenuidad.  Más parece que hay la idea de que es probable una victoria judicial en la Corte de la Haya, o que se tiene en cuenta que la ex presidente Michelle Bachelet, que tuvo un extraordinario acercamiento con Evo Morales, es la favorita, según varias encuestas, para suceder al presidente Piñera, y que sería más flexible a un planteamiento boliviano en este tema.
Jugar con lo incierto, no es previsor ni responsable. Así se pierden los trenes de la oportunidad.

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