Marcelo Ostria TrigoCompetitividad y libertad económica
2012-09-26 - 23:50:10
El presidente de Bolivia, en su mensaje a la Nación del 6 de agosto de 2007, afirmó: “…con seguridad que de aquí a 10, 15 ó 20 años, si vamos a este paso, Bolivia estaría mejor que Suiza”.
Señalar un objetivo no es objetable. Pero fijar una meta inalcanzable en 10 o 20 años, como equiparar el alto grado de desarrollo que logró un país en centurias, puede causar sentimientos de derrota y de frustración colectivos.
Varias instituciones especializadas publican anualmente estudios comparativos sobre la situación económica y social de la mayoría de los países del mundo. Una de ellas es el Foro Económico Mundial, junto a una red de institutos asociados, que prepara estudios sobre el grado de competitividad de los países, entendida ésta como la capacidad de alcanzar satisfactorios niveles de prosperidad para los ciudadanos. Para elaborar este ranking se toma en consideración “un conjunto de instituciones, políticas y factores que definen los niveles de prosperidad económica de hoy y a medio plazo”.
La ubicación de Bolivia y Suiza en ese ranking de competitividad de los últimos 5 años fue la siguiente: Bolivia ocupó en 2007-2008 el lugar 111 en el mundo, en 2008-2009 el 118, en 2009-2010 el 120, en 2011-2012 el 103. Por su parte, Suiza se ubicó en los períodos 2007-2008 y 2008-2009, en el segundo entre los países del mundo, y ascendió al primer lugar en 2009-2010, 2010-2011 y 2011-2012.
Bolivia, en estos 5 años, sólo ha logrado avanzar 8 puestos en el ranking mundial de competitividad, es decir 1,6 puestos por año. A este ritmo, para alcanzar a Suiza se tardaría más de seis décadas, si los helvéticos se estancaran en su actual nivel de desarrollo y si se lograra una mejora espectacular en el manejo del Estado boliviano.
Para revertir una tendencia descendente o estancada de la competitividad “es necesario mejorar la gestión macroeconómica del país mientras se encaran las condiciones del mercado de trabajo y la mejora en la capacidad de innovación a través de la mejora en la calidad del sistema educativo”. (Fanny Trylesinski Berkowicz. Golpe a la autocomplacencia. El País, 21.09.2012). Esto tampoco se advierte en Bolivia.
Otro estudio en el que se muestra la medida en que los países resguardan la libertad económica, es el preparado anualmente por la Fundación Heritage y el Wall Street Journal. En su evaluación se consideran la vigencia del Estado de Derecho, el tamaño del gobierno, la cantidad de regulaciones para los negocios y la apertura de los mercados. El resultado: Bolivia, también en este ranking, está en los últimos lugares (145 entre 179 países) y parece que habría consuelo sólo porque la Venezuela de Chávez está detrás de nosotros.
El economista Javier Paz García afirma, con razón, que “los fundamentos de la libertad económica en Bolivia siguen siendo frágiles, severamente afectados por problemas estructurales e institucionales. El sistema judicial es cada vez más vulnerable a la interferencia política, la corrupción es prevalente y el estado de derecho es débil en todo el país”. (http://javierpaz01.blogspot.com. 20/01/12).
No parece que es propósito del régimen actual de Bolivia abrir la economía; es decir, garantizar la libertad económica como presupuesto de desarrollo y bienestar. Por el contrario, se marcha hacia un rígido estatismo que restringe los emprendimientos privados.
Con las actuales limitaciones a la libertad económica, los sueños de grandeza quedan como meras fantasías demagógicas.
