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Susana Seleme Antelo

¿Se perdió el cambio?


2012-09-16 - 23:45:52

La respuesta es otra pegunta: ¿alguna vez lo hubo en el ideario autoritario y antidemocrático del dirigente sindicalista Evo Morales, presidente de la Federación de cocaleros que cultivan coca, materia prima de la cocaína,  y también de un Estado Plurinacional, antes República?
Si algún cambio hubo, no fue para consolidar la democracia como condición social, sino para convertirla en una ‘democracia electorera’ de un Estado Plurificciones.

Rodeado de jacobinos e intelectuales de izquierda estalinista, han decretado la defunción de la independencia de poderes y, de suyo,  las bases de la República y el Estado de Derecho. Aplican guillotina judiciales a los opositores políticos, los persiguen, los meten presos a pesar de haber ganado elecciones democráticamente, o los obligan a exilio.  Y pone trabas a empresarios privados agroexportadores, burguesía a la que quieren sustituir, como a otras,  a la sombra del Estado. Pretenden ser propietarios de medios de producción, sin importar la tesis marxista.

A pesar de su cacareado indigenismo, excluyen y reprimen a los indígenas del Oriente porque se oponen al indefendible proyecto de construcción de una carretera  que destruirá una reserva Natural (TIPNIS). Tampoco rinden cuentas sobre sus dispendiosos gastos y pretenden imponer el pensamiento único para evitar la necesaria fiscalización social. Atacan la libertad de prensa, penaliza a medios y periodistas que cumplen su labor informativa y crítica.

Luego de casi 7 años de gobierno, no cabe dudas de que ‘el cambio’ fue un slogan de mercadeo electoral, frente al desengaño del sistema político anterior, con más sombras que luces, a pesar de haber recuperado la democracia de las dictaduras militares.

La figura de ‘el cambio’ un pretexto para llegar al poder y desde ahí convertirse en dictadura revestida de democracia, para imponer la visión autoritaria, populista y prorroguista de un caudillo sindical devenido en ‘jefazo’ político de un proyecto de poder por el poder absoluto.
En ese marco, la boda del `Vice’ Álvaro García Linera -ideólogo de los desatinos totalitarios - no merecía el más mínimo cometario: era un hecho privado y austero, sin que signifique gastos para el Estado, como él mismo había anunciado.

Los detalles

La boda fue todo lo contrario y nada tuvo que ver con el cambio anunciado de lucha al mundo capitalista, imperialista y colonizador: boato, derroche, multitudes, recia seguridad del Estado  y muy poca privacidad. A la postre, dejaron al desnudo que  el ‘cambio’ y la ‘descolonización,  son leyendas para ingenuos.

¿Cómo callar ante un novio-esposo que pretende ser el último jacobino de esta falsaria revolución socialista del siglo XXI, y manosea creencias, fe y conciencias de manera utilitaria y antiética? ¿O el ‘Vice’ es jacobino solo para aplicar guillotinas judiciales a sus adversarios políticos, amén de otras tropelías, como pasar a formar parte de directorios y propietarios de empresas privadas vía el chantaje político? El ‘Vice’ quiere ser un respetable burgués, dicen exaliados suyos. 

¿Cómo no rebelarse ante la imagen de un ‘príncipe azul’, nada menos que en la figura del ‘Vice’ ya  cincuentón? Algo le habrá calzado a la joven conquistada, no Cenicienta precisamente, sino periodista, telegénica y bonita, ¿enamorada?

¿Cómo no decir esta boca es mía, ante la fiebre mediática que generó la boda, como si se tratase de una farándula de Hollywood, o un espectáculo de ricos y famosos, con dos días de movida consumista, lujos incluidos.

¿Cómo quedar silente ante la parafernalia oficialista,  amén del pueblo obnubilado ante el ceremonial con rito ancestral en las imponentes ruinas de Tiwanaku, el primer día? Y uno más  para seducir a la mayoría católica de Bolivia: el matrimonio religioso en la histórica Iglesia San Francisco de La Paz. ¡Qué cinismo! La  mayoría del gobierno se declara atea, nada afecta a la Iglesia Católica que  es, más bien,  blanco de ataques cuando critica, con sobradas razones, los desaciertos del Gobierno.

Para el Mallku Felipe Quispe, aymara de pura cepa, excompañero de aventuras  nada santas del ‘Vice –asaltos, apropiación de remesas para pagar sueldos y terrorismo en los ‘80- “La boda de Álvaro García bajo ritos ancestrales, no le corresponde a ese lugar, ese lugar es sagrado, capital de los aimaras, un lugar arqueológico, lugar que respetamos mucho, ningún originario se casa ahí, entonces este señor va a ensuciar el lugar y va a traer mala vida, va a traer k`encheria (mala suerte) para nosotros”.

Sin embargo, dos no originarios se casaron ahí. Níveos vestidos diseñados por europeos para la novia, en las dos ceremonias,  amén de abalorios aymaras e incaicos, azahares, bouquet y misa nupcial.¿Hubo amor, hubo creencia ancestral, hubo fe católica,  o todo fue parte de las plurificciones?

¿Qué dejó la boda del año?

Así la ha llamado la prensa rosa... En realidad, fue un ejemplo de abuso de poder y ostentación de privilegios políticos para cautivar a la población ávida de circo. ¿Qué cambió? A falta de pan, hubo un popular ají de fideos -muy mejorado en ingredientes cárnicos y otros condimentos- para engañar el rigor de  la pobreza y el hambre del pueblo expectante, que encontró momentos de jolgorio bien comido. En la selecta privacidad del poder hubo exquiziteses varias. 

Un grupo crítico, ni burgués ni afín a la izquierda estalinista del  bloque político hoy en el poder, sentimos enojo por el despilfarro y la impostura oficialista. Desde la sociedad civil, ese grupo sí desea terminar con tipo de privilegios, ninguno por encima del respeto a la libre condición ciudadana. También rechaza la copia fiel de los estilos nacionalsocialista común a todos los totalitarismos conocidos: la gran explanada,  la multitud, el espectáculo, la pompa, la histeria colectiva para seducir y adormecer a las masas, aquí con  el anzuelo cultural indigenista y, de yapa, fe cristiana.

El género, como construcción de la cultura patriarcal que explica las asimetrías socioculturales entre hombres y mujeres, tuvo una  puesta de lujo. La joven radiante y sumisa, llevada a la cumbre política y social, de la mano del poder político del que hoy goza su marido, ejemplar  manipulador de conciencias.

Mientras se preparaba la ficción indígeno-cristiana, otra joven, la diputada opositora Jessica Echeverría, era víctima del hachazo de intolerancia política y de género. Estuvo seis horas en una reunión reservada donde mujeres y hombres del partido oficialista (MAS) mellaron su condición de mujer y política, por una falsa cuestión ética: sustituir una whipala (inventada bandera de indígenas andinos) por la bandera cruceña. ¡Le prohibieron hablar el abuso del que fue víctima, pero no lograron las disculpas exigidas!

Como corresponde a una mujer consciente de su libertad y sus derechos, no calló y denunció el atropello la prensa.  Ese es el cambio que queremos: la dignidad de conciencia, entre otros, frente al cambio y abuso de las plurificciones.

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