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Armando Méndez Morales

La política democrática alimenta la demagogia


2012-06-25 - 23:02:51

¿Sabía usted del ofrecimiento electoral de 500 mil empleos que el ex-presidente Sánchez de Lozada lanzó como parte de su campaña electoral durante el año 1993? En una conferencia, que me cupo dar casi a fines de su primer mandato, afirmé a mi audiencia que se había cumplido este propósito, generando alegres sonrisas de muy corta duración entre sus partidarios asistentes porque luego completé la afirmación. Dije: “estos empleos se han creado en la economía informal”, lo que significa que el empleo aumentó no por las políticas de gobierno.

Al candidato opositor a Hugo Chávez, Enrique Capriles, para las elecciones presidenciales de fin de año en Venezuela, no se le ocurrió un mejor ofrecimiento populista y demagógico para atraer la votación que ofrecer lo mismo que hizo Gony: “mas de tres millones de empleos bien pagados y estables, con seguridad social”, de los cuales un millón serían para los jóvenes. Es cierto que Chávez representa la continuidad de un régimen funesto y Capriles la esperanza de reencausar la libertad y la democracia

EEUU tiene urgentemente que reducir su déficit fiscal e impedir que siga creciendo su abultada deuda publica que ya supera el 100 por ciento de su PIB. Sin embargo, el Presidente Obama, que está buscando su legítima reelección, en una situación difícil de la economía norteamericana, lo está haciendo con ofrecimientos que no tienden a disminuir el gasto fiscal, cuando al buscar el apoyo de la clave juventud norteamericana les ofrece reducir el costo del financiamiento de la educación universitaria a miles de estudiantes. Estos al graduarse empiezan su vida profesional con deuda.

Por esencia quién quiera ser elegido gobernante por medio de elecciones libres debe “intercambiar” los votos ofreciendo lo que la gente quiera, lo que la gente desea que le de el gobierno. Cuando más elemental es un pueblo, cuánto menos educación tiene, más proclive es al discurso demagógico y populista. Ganan elecciones quienes más promesas hacen. Luego la realidad se encarga de desnudar la realidad, de mostrar que fueron simples quiméricas ofertas. Viene el descontento y luego el conflicto social.

Un caso paradigmático es el gobierno del Presidente Morales, que contra viento y marea logró imponer un cambio completo a la Constitución Política del Estado, que más que un marco legal fundamental moderno para organizar al Estado boliviano es un listado ampuloso de ideales y contradictorias intenciones, desde el mundo de la política, para asegurar la prosperidad y felicidad de los bolivianos, (“el vivir bien” como dicen sus allegados). Como si cambiando una ley cambiase la realidad. Ahora todos esperan que el gobierno sea el que satisfaga sus necesidades y deseos, y no el producto de su trabajo y esfuerzo. Esto se torna grotesco porque la gente se ha informado que el gobierno está recibiendo mucho dinero por la exportación de gas y todos quieren beneficiarse de él inmediatamente, como si no existiera la restricción siempre de la escasez económica.

En lo cotidiano el gobierno del Presidente Morales enfrenta demandas de todo tipo para que su gobierno las atienda. Últimamente de importancia señalar es el conflicto minero en la mina de Colquiri entre cooperativistas y trabajadores sindicalizados que disputan los yacimientos, ante una ausencia completa de legítimos derechos de propiedad: los primeros quieren que el gobierno les otorgue los yacimientos y los segundos quieren que se estatice. El gobierno no sabe como complacer a todos. Para el colmo acaba de presentarse un amotinamiento generalizado de los policías de base por un incremento salarial.

No es patrimonio de los bolivianos la creencia de que la política resuelve los problemas de la gente, es lo dominante en el mundo. Es la consecuencia histórica de que la actividad política siempre ha sido el quehacer de las elites. Es la idealización del estado como encarnación del bien común, por esto es que hay gente que escribe estado con “E” mayúscula. La exacción tributaria de los gobiernos se ha visto como un hecho natural. Es por esto que la gente aplaude cuando se propone que los “ricos” paguen más impuestos, porque creen que los gobiernos redistribuyen eficientemente lo que recaudan. Pero este comportamiento viene cambiando como consecuencia del desarrollo de la economía de mercado en el mundo, que enseña que los problemas de la gente, que son fundamentalmente económicos, se resuelven en los mercados sin la participación de la política. El mundo que importa hoy es el de los negocios, porque esta actividad genera producción de bienes y servicios, que es lo que la gente necesita y no política.
La Paz, 25 de junio de 2012

*Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas

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