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Gary A. Rodríguez A.

El rico, el pobre y el tecito…


2012-02-06 - 13:06:13

Estoy seguro que si a una persona normal le dieran a elegir entre un bono estatal -de vez en cuando- o un trabajo predecible, digno y bien pagado -que le permita planificar su vida, adquirir una casita, un auto y hacer estudiar a sus hijos- con seguridad preferirá lo segundo.

Y, aunque muchos ven el trabajo como una maldición, yo no pienso así. El sabio Salomón sentenció que “no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo” y George Bernard Shaw -Premio Nobel de Literatura- dijo que “dichoso es aquel que mantiene una profesión que coincide con su afición”. Ganarse la vida trabajando y realizándose al mismo tiempo ¡es una bendición!

Conozco pocas personas que trabajan sin necesitarlo, y pocas también que no se quejan por hacerlo. Y, sé de otras que desprecian su trabajo ignorando lo terrible de ser pobre. Si el “trabajo” es una “ocupación retribuida”, ¿puede acaso haber un mejor pago que la propia satisfacción por lo realizado? (¡Cuánto me gustaría ejercer como filántropo o dedicarme a escribir; hasta que ello sea posible, disfrutaré lo que hago!).

Un bono estatal podrá traer alegría, pero efímera, pues no resolverá estructuralmente el problema de la pobreza. Es cierto que para una persona de edad, una mujer embarazada o un niño desvalido un bono podría hacer la diferencia entre acceder -o no- a algún producto o servicio, así como también para los minusválidos e incapacitados de trabajar.

De que hay “trabajos” y “trabajitos”, es cierto. Los hay formales e informales; legales e ilegales; dignos e indignos. ¿Sabían que un narcotraficante en los ´80 ofreció pagar la deuda externa boliviana? ¿Y que dos contrabandistas acaban de donar 10 millones de dólares en diamantes al Estado egipcio? (Hoybolivia.com, 1/02/2012) ¡Trabajo les habrá costado, pero a qué precio en la eternidad, de no mediar un sincero arrepentimiento!

Ahora, ¿qué es más fácil y popular: dar un bono o trabajo? Por supuesto, lo primero: basta con disponer de impuestos y tomarse la foto. Para lo segundo, habrá que tener imaginación y coraje, para arriesgar e invertir. Forjar un país de mentirillas, con un sector informal e ilegal hipertrofiado y dádivas que encubran la falta de empleo de calidad, no será posible de mantener por mucho tiempo.
Ni los recursos ni la paciencia alcanzarán para impedir que en cierto momento estallen los “indignados” -desde el “lumpen proletariat” hasta los “pobres de cuello blanco”- torturados por el desempleo abierto o disfrazado.

El paternalismo de Estado nunca ha funcionado: siempre será mejor enseñar a la gente a pescar (educar) antes que solo facilitarle el pescado (regalar). Lo primero forjará personas esforzadas y dignas; lo segundo, gente castrada de iniciativa y dependiente.

La historia ha mostrado, cómo cruentas apuestas por el comunismo y el socialismo de marras -“revoluciones culturales” y estatismo de por medio- solo provocaron más postración. Y es que, el cambio verdadero es el de la educación y el de las oportunidades, el saber y producir más, para salir de la miseria. Eso no lo entienden algunos, o no lo quieren entender aquellos para los que la pobreza puede resultar un buen negocio.

Condorito -el magnate de “Las manzanas y la tía rica…”- al entrar a un lujoso hotel es abordado por una persona necesitada: “Jefecito, ¿me colabora para tomarme un tecito?”. Orondo como él solo, el ricachón asiente, mete su mano al bolsillo, y le da al asombrado pordiosero…¡una bolsita de té!

* Economista y Gerente General del IBCE

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