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Dante N. Pino Archondo

Sin aire y sin respiro


2011-12-22 - 01:26:29

Cuando la soga comienza a apretar el cuello, cuando respirar se convierte en una necesidad suprema, es que estas en graves problemas, se llama sobrevivir. Y es lo que le viene sucediendo al gobierno. Se puso una soga al cuello y comenzó a jalarla sin medir las consecuencias.

Politizarlo todo, ha sido la línea primaria con la que iniciaron su administración. Con la consigna de punto final a la exclusión social y hegemonía del mundo aimara originario, crearon una constitución política que ha puesto la república de cabeza, es decir que tiene como pieza fundamental la inversión de valores.

A partir de esta visión indianista, descolonizadora, al decir de sus ideólogos, se buscado dibujar en nuevo Estado Nacional, de economía plural, de valores sociales que privilegian el origen de clase y de valores culturales que desconocen lo que no sea aimara.

El punto central de esta idea de Estado, requiere de un mando político único, de su constante y permanente presencia, alrededor de un hombre de condiciones mesiánicas: del caudillo. Bajo cuyo cetro todo debe moverse y todo puede hacerse, por voluntad.

Lo que pasó más allá de este dibujo ideológico, es que nunca ese Estado descolonizador puedo deshacerse de los contenidos coloniales que lo contienen. La economía plural fue nada más que un deseo, la realidad socio económica, de la informalidad se impuso. El cambio de los paradigmas en la educación, siguen igual, inconmovibles, creando sujetos que aprenden de memoria que solo llegan a reconocer y no saben conocer y menos analizar y relacionar, y las relaciones internacionales lejos de expandir la identidad nacional nos han comprimido en un gentilicio señalado por la actividad del narcotráfico. De la nueva Constitución nada se pudo sacar en limpio. La Bolivia republicana es la misma.

Este jalar de la soga, les ha llevado a desconocer el orden y a reconocer el desorden como lo único posible. En el caos lo legal se convierte en algo difuso, inentendible. Y esta manera de concebir el “hacer política” junto con la concepción maniquea de que para cambiar hay que tener todo el Poder, ha inducido a un proceso de desagregación institucional, primero, luego a una desagregación regional (confrontación occidente versus Oriente) y nos conduce a un penosa desagregación nacional.

La desagregación institucional tiene como exponente a los Gobernadores en la cárcel, en el refugio y en la persecución aparentemente legal.

La desagregación regional, ha dividido a la república en dos polos de identidad cultural confrontada y de visión de país distinta, los pleitos por limites jurisdiccionales, irresueltos se acentúan en medio de una absoluta carencia de autoridad que pone en duda la existencia del Estado.

Y la desagregación nacional comienza a mostrar su penoso rostro delincuencial, donde todo el marco institucional, incluida la Policía forma parte del coto de caza del narcotráfico, donde la informalidad desafía abiertamente al Estado, obligando a “nacionalizar” vehículos robados, donde el contrabando incuba las relaciones de producción y penetra a todos los ámbitos de la institucionalidad, dando lugar a la inseguridad social con fuertes visos de violencia expresados en secuestros y ajustes de cuentas.

En fin, el gobierno se encuentra en un punto del cual no se puede retornar. Cada paso que da para acentuar su proceso es un tramo de soga que le aprieta el cuello. Por eso casi sin oposición política organizada se debilita, se contradice y en la búsqueda de soluciones a sus contradicciones genera una dialéctica del desastre con la que le gusta bañarse todos los días.

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