Pronosticar en política puede llevar a equivocaciones. Las reflexiones, los análisis y la evaluación de las condiciones sociales y económicas prevalecientes, siendo necesarias, no siempre garantizan el acierto. Para aumentar las dudas sobre la confiabilidad de ciertas predicciones, hay algunas que se fundan en el ‘wishful thinking’: “el pensamiento ilusorio (que) es la formación de opiniones (...) basadas en lo que sería más placentero de imaginar en vez de fundamentadas en la evidencia o racionalidad”. Pero, aun corriendo el riesgo de provocar dudas y desconfianza, hay nomás que formular algunas proyecciones políticas, tomando en cuenta la realidad actual, aunque con la reserva de que se trata sólo de posibilidades, pues hay acontecimientos difíciles de prever.
Se advierte que el escenario político en Sudamérica podría estar por cambiar. Se estaría ante un inminente nuevo giro, como la continuación del constante “corsi e ricorsi” en la región. Esto obedecería al agotamiento de propuestas y modelos que supuestamente garantizan prosperidad, equidad y una mayor participación en la vida democrática nacional.
Hasta hace poco parecía incontenible la corriente populista que ofrecía “vivir mejor”, con dignidad nacional y justicia, logrando la ansiada inclusión. Resulta, ahora, que esas buenas intenciones están empedrando el infierno, el creado por la demagogia y las promesas incumplibles.
El régimen “bolivariano” del presidente venezolano Hugo Chávez Frías, viene sufriendo la disminución en su respaldo popular, debido –como lo señala el analista Andrés Oppenheimmer– a los pobrísimos resultados de su gestión: una de las tasas de crecimiento más bajas de Latinoamérica; uno de los índices de inflación más altos de la región; constante escasez de alimentos; un porcentaje de delitos sin precedentes en la historia de Venezuela; cortes de electricidad pese a su gran potencial energético, además del cercenamiento de las libertades democráticas. (“El milagro venezolano”. 30.06.2011).
Por otra parte, la estrecha alianza del gobierno “bolivariano” con la Cuba de los Castro, le está costando muy cara a Venezuela: 100.000 barriles diarios de petróleo, pese a sus enormes ingresos por las exportaciones de hidrocarburos. Sin duda el deterioro también lo sufrirán sus otros aliados, también integrantes de la ALBA. Pero aún con estos factores negativos, la estabilidad de los populistas no estaba aun comprometida.
El futuro del régimen de los bolivarianos, está ligado a Chávez, y ahora no solamente se trata de sus perspectivas de supervivencia ante la grave enfermedad que lo aqueja, sino por la dudosa posibilidad de que no él esté en condiciones de continuar al mando del gobierno venezolano. Hay un nuevo elemento a considerar: en los regímenes que alientan el culto a la personalidad del caudillo, no aparecen sucesores; están sujetos a lo imprevisible. Los “bolivarianos” no constituyen un esquema político que permita una transición ordenada. Pese a que hay un vice presidente, ya se mencionan nombres de otros posibles sucesores. Y ya surgen declaraciones descabelladas, como las de Adán Chávez, hermano de Hugo Chávez, amenazando con apelar a las armas para defender la “revolución bolivariana”.
El eventual retiro de Chávez del escenario político venezolano tendría, asimismo, efectos negativos para sus aliados: el temido “efecto dominó” pues, alejado Hugo Chávez, mentor de los populistas, podría cundir el desaliento de los seguidores de este neo–populismo en otros países. ¿Humala habrá previsto esto, no solo para ganar las elecciones en el Perú, o será que no vio perspectivas para un movimiento tan ligado a una personalidad extranjera?
¿Es probable este escenario, hasta hace unos días insospechado? La respuesta la tienen los médicos, no los políticos.
